Envenenamiento del ambiente.

Otra amenaza a la vida silvestre que se ha desarrollado y aumentando en los últimos tiempos es el envenenamiento del ambiente. A medida que la población humana creció, se hizo cada vez más difícil producir alimentos en cantidades suficientes para nutrir a la población de la tierra. Se fueron desbrozando extenciones cada vez mayores de tierra virgen para fines agrícolas, privando de esta manera a los animales de sus refugios. Y las nuevas técnicas agrícolas han exigido el uso más extensivo de sustancias tóxicas.

Se han hechado enormes cantidades de herbicidas para destruir malezas, e insecticidas para destruir los insectos, a fin de aumentar la producción y mejorar la salud humana. No puede negarse que esos productos químicos han sido de suma utilidad con referencia a la producción de cosechas y erradicación de las enfermedades. Sin embargo, muchos de esos tóxicos no se descomponen químicamente en forma rápida y permanecen en el interior o en la superficie del suelo hasta que son arrastrados a los arroyos y ríos, cuyas corrientes los llevan a los océanos.

En el agua, los microorganismos ingieren o absorben los productos químicos en pequeñas cantidades. A medida que animales más y más grandes comen esos minúsculos animales y plantas, los tóxicos se acumulan en sus cuerpos en concentraciones cada vez más elevadas. De esta manera, los animales mayores -los que están en el extremo de la llamada cadena alimentaria o cadena trófica- absorben las concentraciones más altas de veneno.

Por ejemplo, pequeños crustáceos ingieren algas contaminadas; luego a ellos los comen varios peces, también devorados por otros más grandes, a su vez atrapados por un oso polar. Esa progresión forma una cadena trófica. El oso polar, que está al final de la cadena, absorbe la mayor cantidad de veneno.

Algunas especies están amenazadas de extinción por los efectos de esos tóxicos. Esto es especialmente cierto en lo que respecta a las aves, muchas de las cuales están poniendo huevos imperfectos a causa de la acumulación de insecticidas en sus cuerpos. Algunos insecticidas son causa de la debilidad de las cáscaras, por lo que los huevos se rompen cuando los padres los empollan. Con el tiempo, las aves dejan de poner huevos. Las especies afectadas incluyen el pigargo de cabeza blanca o águila calva americana (Haliaeetus leucocephalus leucocephalus) el halcón común o peregrino (Falco peregrinus anatum), el pelícano pardo (Pelecanus occidentalis carolinensis) y una cantidad de otras aves.

El mercurio se utiliza para destruir el moho de los pantanos y los hongos en la agricultura e industria; también este pesado metal venenoso se ha abierto paso hasta el mar, donde se acumula en organismos vivos. En algunas zonas, ciertos peces se han vuelto no comestibles, al menos temporariamente, por la alta concentración de mercurio en sus cuerpos.

Algunos de los mamíferos de mar, que se alimentan principalmente de peces, están empezando a presentar altas concentraciones de mercurio e insecticidas. Los leones marinos de California (Zalophus californianus) y las focas de Alaska (Callorhinus ursinus) y hasta los osos polares del Ártico y los pingüinos del Antártico han sido afectados. Aunque ninguno de esos productos químicos tóxicos se ha utilizado en el Ártico o Antártico, las células de las plantas y animales del océano están contaminadas.

Los productos químicos llamados bifenilos policlorados utilizados en fluidos aislantes, pinturas, plástico y caucho, también se encuentran en el océano. Pueden ser causa de las gran cantidad de golondrinas de mar deformes que incuban actualmente en una isla situada en la desembocadura del estrecho de Long Island, entre Nueva York y Connecticut.

Los fertilizantes químicos utilizados para aumentar las cosechas se mezclan con el agua de los ríos y lagos donde fertilizan en demasía las plantas acuáticas: un proceso denominado eutroficación. Las plantas acuáticas, especialmente las algas, se multiplican hasta el punto que absorben todo el oxígeno que hay en el agua. A raíz de ello, los peces y otros animales mueren por falta de oxígeno.

El abuso de productos químicos tóxicos puede representar ahora el peligro mayor para la flora y la fauna, y hasta para el hombre. El aspecto más serio de esta situación es que aun si dejáramos hoy de usar estos venenos, continuarían dispersándose y contaminando el ambiente durante mucho tiempo en el futuro.